martes, 15 de mayo de 2018

el mar, parece que Alfonsina lo tenía muy bien estudiado...



(Luego de visitar el cementerio del Buceo en Montevideo – 1920)


Un cementerio que mira al mar

Decid, oh muertos, ¿quién os puso un día
Así acostados junto al mar sonoro?
¿Comprendía quien fuera que los muertos
Se hastían ya del canto de las aves
Y os han puesto muy cerca de las olas
Porque sintáis del mar azul, el ronco
Bramido que apavora?

Os estáis junto al mar que no se calla

Muy quietecitos, con el muerto oído
Oyendo cómo crece la marea,
Y aquel mar que se mueve a vuestro lado,
Es la promesa no cumplida, de una
Resurrección.

En primavera, el viento, suavemente,

Desde la barca que allá lejos pasa,
Os trae risas de mujeres... Tibio
Un beso viene con la risa, filtra
La piedra fría, y se acurruca, sabio,
En vuestra boca y os consuela un poco...
Pero en noches tremendas, cuando aúlla
El viento sobre el mar y allá a lo lejos
Los hombres vivos que navegan tiemblan
Sobre los cascos débiles, y el cielo
Se vuelca sobre el mar en aluviones,
Vosotros, los eternos contenidos,
No podéis más, y con esfuerzo enorme
Levantáis las cabezas de la tierra.

Y en un lenguaje que ninguno entiende

Gritáis: -Venid, olas del mar, rodando,
Venid de golpe y envolvednos como
Nos envolvieron, de pasión movidos,
Brazos amantes. Estrujadnos, olas,
Movednos de este lecho donde estamos
Horizontales, viendo cómo pasan
Los mundos por el cielo, noche a noche...
Entrad por nuestros ojos consumidos,
Buscad la lengua, la que habló, y movedla,
¡Echadnos fuera del sepulcro a golpes!

Y acaso el mar escuche, innumerable,

Vuestro llamado, monte por la playa,
¡Y os cubra al fin terriblemente hinchado!

Entonces, como obreros que comprenden,

Se detendrán las olas y leyendo
Las lápidas inscriptas, poco a poco
Las moverán a suaves golpes, hasta
Que las desplacen, lentas, -y os liberten.
¡Oh, qué hondo grito el que daréis, qué enorme
Grito de muerto, cuando el mar os coja
Entre sus brazos, y os arroje al seno
Del grande abismo que se mueve siempre!

Brazos cansados de guardar la misma

Horizontal postura; tibias largas,
Calaveras sonrientes: elegantes
Fémures corvos, confundidos todos,
Danzarán bajo el rayo de la luna
La milagrosa danza de las aguas.
Y algunas desprendidas cabelleras.
Rubias acaso, como el sol que baje
Curioso a veros, islas delicadas
Formarán sobre el mar y acaso atraigan
A los pequeños pájaros viajeros.





“Tan lejano, tan infinito, que nos da deseos de diluirnos en él e irnos hacia lo que no concluye”. 
(en carta a su amiga María Luisa Albornoz – 1925)




“Imaginaba el mar y su helada carne verde, esponja insaciable, dispuesta a absorberme para siempre.” 
(en “Diario de navegación”, para La Nación – 1930)




Otro poema, éste en "Mundo de siete pozos" - 1934

Yo en el fondo del mar

En el fondo del mar
hay una casa
de cristal.

A una avenida
de madréporas,
da.

Un gran pez de oro,
a las cinco,
me viene a saludar.

Me trae
un rojo ramo
de flores de coral.

Duermo en una cama
un poco más azul
que el mar.

Un pulpo
me hace guiños
a través del cristal.

En el bosque verde
que me circunda
_din don … din dan_
se balancean y cantan
las sirenas
de nácar verdemar.

Y sobre mi cabeza,
arden, en el crepúsculo,
las erizadas puntas del mar.




El mar cambia a cada momento de pellejo y posturas; la ola traga a su víctima y huye a digerirla en sus húmedos subterráneos, sin que nadie la vea”. 
(en “Film marplatense” para el diario Crítica – febrero de 1936)



martes, 8 de mayo de 2018

un marco vacío...



Hay un momento
en que uno se libera de su biografía
y abandona entonces esa sombra agobiante,
esa simulación que es el pasado.

Ya no hay que servir más
la angosta fórmula de uno mismo,
ni seguir ensayando sus conquistas,
ni plañir en las bifurcaciones.

Abandonar la propia biografía
y no reconocer los propios datos,
es aliviar la carga para el viaje.

Y es como colgar en la pared un marco vacío
para que ningún paisaje se agote al fijarse.





Roberto Juarroz, "13" de "Duodécima poesía Vertical"



"amiguita des lettres"



El amor de Pizarnik por Aurora y Julio Cortázar, expresado hermosamente en las dedicatorias de algunas de sus obras:









Las cartas entre ellos también decían mucho de lo que se querían y lo cercanos que eran, a pesar de la distancia. 

A continuación, el final de una carta de Pizarnik y la respuesta de Cortázar, setiembre 1971. (Ella se suicidó el 25 de septiembre de 1972, un año después de escribir esta carta.):


“P.D. Me excedí, supongo. Y he perdido, viejo amigo de tu vieja Alejandra que tiene miedo de todo salvo (ahora, ¡Oh, Julio!) de la locura y de la muerte. (Hace dos meses que estoy en el hospital. Excesos y luego intento de suicidio -que fracasó, hélas)”.

A lo que Julio respondió:


“Mi querida, tu carta de julio me llega en septiembre, espero que entre tanto estás ya de regreso en tu casa. Hemos compartido hospitales, aunque por motivos diferentes; la mía es harto banal, un accidente de auto que estuvo a punto de. Pero vos, vos, ¿te das realmente cuenta de todo lo que me escribís? Sí, desde luego te das cuenta, y sin embargo no te acepto así, no te quiero así, yo te quiero viva, burra, y date cuenta que te estoy hablando del lenguaje mismo del cariño y la confianza –y todo eso, carajo, está del lado de la vida y no de la muerte. Quiero otra carta tuya, pronto, una carta tuya. Eso otro es también vos, lo sé, pero no es todo y además no es lo mejor de vos. Salir por esa puerta es falso en tu caso, lo siento como si se tratara de mí mismo. El poder poético es tuyo, lo sabés, lo sabemos todos los que te leemos; y ya no vivimos los tiempos en que ese poder era el antagonista frente a la vida, y ésta el verdugo del poeta. Los verdugos, hoy, matan otra cosa que poetas, ya no queda ni siquiera ese privilegio imperial, queridísima. Yo te reclamo, no humildad, no obsecuencia, sino enlace con esto que nos envuelve a todos, llámale la luz o César Vallejo o el cine japonés: un pulso sobre la tierra, alegre o triste, pero no un silencio de renuncia voluntaria. Sólo te acepto viva, sólo te quiero Alejandra.

Escribíme, coño, y perdoná el tono, pero con qué ganas te bajaría el slip (¿rosa o verde?) para darte una paliza de esas que dicen te quiero a cada chicotazo.

Julio (septiembre de 1971)”.






osadía





Ver no es abrir los ojos,

                  es arrojar a un lado el bastón blanco:


                                               osar andar 

                                                sobre el saberse perdido.







Hugo Mujica
"Osadía" en "Mirando caer las lluvias, Antología poética", 2013






ver


Dibujaba ventanas en todas partes.

En los muros demasiado altos,
en los muros demasiado bajos,
en las paredes obtusas, en los rincones,
en el aire y hasta en los techos.

Dibujaba ventanas como si dibujara pájaros.
En el piso, en las noches,
en las miradas palpablemente sordas,
en los alrededores de la muerte,
en las tumbas, los árboles.

Dibujaba ventanas hasta en las puertas.
Pero nunca dibujó una puerta.
No quería entrar ni salir.
Sabía que no se puede.
Solamente quería ver: ver.
Dibujaba ventanas.
En todas partes.

Poesía Vertical XII, 8

Solemos creer que todo está allí
sólo para ser visto por nosotros
como si nuestra mirada
fuera el único criterio de realidad.

Pero el hombre y su mirada se disuelven

y todo sigue estando allí.

¿Y para qué?

¿Para que lo vea quién?

Tal vez todo está allí

para mostrar que no es preciso
que nadie vea algo para que exista.

Ver es quizás un episodio,

otra cosa que está allí.

Sin embargo, no podemos dejar de sentir

que debe haber algo parecido a la mirada
sosteniendo, como el ojo a los párpados,
ese otro episodio que llamamos realidad. 


Poesía Vertical XIV, 101




Roberto Juarrez, de Poesía Vertical XII y Poesía Vertical XIV







lo que ya necesita es florecer...


A "La Sebastiana" 


Yo construí la casa.

La hice primero de aire.
Luego subí en el aire la bandera
y la dejé colgada
del firmamento, de la estrella, de
la claridad y de la oscuridad.

Cemento, hierro, vidrio,
eran la fábula,
valían más que el trigo y como el oro,
había que buscar y que vender,
y así llegó un camión:
bajaron sacos
y más sacos,
la torre se agarró a la tierra dura
-pero, no basta, dijo el constructor,
falta cemento, vidrio, fierro, puertas-,
y no dormí en la noche.

Pero crecía,
crecían las ventanas
y con poco,
con pegarle al papel y trabajar
y arremeterle con rodilla y hombro
iba a crecer hasta llegar a ser,
hasta poder mirar por la ventana,
y parecía que con tanto saco
pudiera tener techo y subiría
y se agarrara, al fin, de la bandera
que aún colgaba del cielo sus colores.

Me dediqué a las puertas más baratas,
a las que habían muerto
y habían sido echadas de sus casas,
puertas sin muro, rotas,
amontonadas en demoliciones,
puertas ya sin memoria,
sin recuerdo de llave,
y yo dije: "Venid
a mi, puertas perdidas:
os daré casa y muro
y mano que golpea,
oscilaréis de nuevo abriendo el alma,
custodiaréis el sueño de Matilde
con vuestras alas que volaron tanto."

Entonces la pintura
llegó también lamiendo las paredes,
las vistió de celeste y de rosado
para que se pusieran a bailar.
Así la torre baila,
cantan las escaleras y las puertas,
sube la casa hasta tocar el mástil,
pero falta dinero:
faltan clavos,
faltan aldabas, cerraduras, mármol.
Sin embargo, la casa
sigue subiendo
y algo pasa, un latido
circula en sus arterias:
es tal vez un serrucho que navega
como un pez en el agua de los sueños
o un martillo que pica
como alevoso cóndor carpintero
las tablas del pinar que pisaremos.

Algo pasa y la vida continúa.
La casa crece y habla,
se sostiene en sus pies,
tiene ropa colgada en un andamio,
y como por el mar la primavera
nadando como náyade marina
besa la arena de Valparaíso,

ya no pensemos más: ésta es la casa:

ya todo lo que falta será azul,

lo que ya necesita es florecer.
Y eso es trabajo de la primavera.







Casa "La Sebastiana", sobre el cerro Bellavista en Valparaíso.
Neruda le dedicó este poema, luego incluido en "Plenos poderes"(1961-1962):






vistas desde el interior de la casa
(bahía y puerto de Valparaíso)


(fotografías de Mónica Pía)






viernes, 4 de mayo de 2018

... vivir ebria


   Reconocido mi naturaleza viciosa: necesito vivir ebria. Si no es de alcohol que sea de té, de café, de ácido fosfórico, de tabaco muy fuerte... Esto no está mal ni está bien. Esto demuestra, simplemente, que algunos no pueden vivir. Quiero decir, sólo después de haber tomado diez cafés y tragado varias pastillas de "revitalizantes cerebrales" puedo respirar con libertad, andar sencillamente por las calles sin que el deseo de matarme se haga imperioso.

   El error está en querer sentir una dicha extrema o un total abatimiento. Los estados neutros de mi vigilia sobria -hechos de una leve angustia y una sorda ansiedad- me son insoportables. Soy trágica, admitámoslo. Todo lo que me sucede tiene que llevar el rótulo de "peligro de muerte".





Alejandra Pizarnik, fragmento del 12 de agosto de 1962 de "Diarios", Lumen, 2010




jueves, 3 de mayo de 2018

privilegio del suicida


El que se mata mata al que lo amaba.
Detiene el tiempo -el tiempo que es de todos
y no era sólo suyo-
en un instante: aquél en que alzó el vaso
colmado de veneno;
en que segó la yugular; en que
hendió con largos gritos el vacío.

Ah, la memoria atónita, sin nada más que un
huésped;
la atención que regresa como un tábano
siempre hasta el mismo punto intraspasable
y la esperanza que amputó sus pies
para ya no tener que ir más allá.

Ay, el sobreviviente,
el que se pudre a plena luz, sepulcro
de par en par abierto,
paseante de hediondeces y gusanos,
presencia inerme ante los ojos fijos
del juez ¿y quién entonces
no osa empuñar la vara del castigo?

¡Condenación a vida!

(Mientras el otro, sin amarraduras,
alcanza la inocencia del agua, las esencias
simplísimas del aire
y, materia fundida en la materia
como el amante en brazos del amor,
se reconcilia con el universo.)



Rosario Castellanos, "Privilegio del suicida" en "Poesía no eres tú", 2004



martes, 1 de mayo de 2018

Freud por Dalí

"Retrato de Sigmund Freud", de Salvador Dalí

dibujo al carbón realizado en Londres, 
en julio de 1938

en presencia de Freud, aunque éste nunca lo llegara a conocer
(ver fragmentos del diario de Dalí) 


“………

Al parecer, sin darme cuenta, dibujé la muerte terrestre de Freud en el retrato al carbón que hice de él un año antes de su muerte. Pretendía, especialmente, realizar un dibujo puramente morfológico del genio del psicoanálisis, en lugar de intentar hacer, de una forma evidente, el retrato de un psicólogo. Terminado el retrato, rogué a Stefan Zweig, quien nos había presentado, que se lo enseñase, y después esperé con ansiedad los posibles comentarios de Freud. Me había halagado en extremo su exclamación al conocerme:

-¡Nunca había conocido a un prototipo de español tan perfecto! ¡Qué fanático!
Eso fue lo que le dijo a Zweig después de observarme agudamente durante largo rato.

………….

Cuatro meses más tarde, acompañado de Gala, me encontré de nuevo con Stefan Zweig y su mujer en ocasión de una comida en Nueva York. Estaba tan impaciente que no esperé el momento del café para preguntarle qué reacción había tenido de Freud al ver mi retrato.

-Le gustó mucho –me dijo Zweig.

Insistí, a pesar de todo, curioso por saber si Freud había hecho alguna observación concreta o el menor comentario, que hubiera sido para mí infinitamente precioso, pero Stefan Zweig me pareció evasivo o distraído por otros pensamientos… Quería que nos reuniéramos con ellos en Brasil… Esta idea y su obsesión por la persecución de los judíos en Alemania constituyeron el tema ininterrumpido del monólogo de la cena…

Los Zweig nos dejaron su dirección, meticulosamente escrita. ¡Cualquiera hubiera dicho que nuestro viaje a Brasil era para aquella pareja cuestión de vida o muerte!

Dos meses después, nos enteramos del doble suicidio del matrimonio Zweig en Brasil…

Sólo al leer el final del libro póstumo de SZ, “El mundo de ayer”, supe al fin la verdad sobre mi dibujo: Freud jamás vio su propio retrato. Zweig me había mentido piadosamente. Según él, mi retrato presagiaba de una manera tan clara la inminente muerte de Freud que no se había atrevido a mostrárselo, pues, sabiendo que sufría un cáncer, temía sobresaltarle innecesariamente.”






Salvador Dalí, “Diario de un genio” (fragmentos de 1957, Mayo, el 11), Maxi Tusquets Editores, 2009

martes, 9 de enero de 2018

"para que siga vacía"



No llega en tropel.
No se reúne multitudinariamente.
No participa en masa.
No celebra a lo grande.

No saca de sí mismo
una voz coral.
No declara ante todos y cada uno.
No afirma en nombre de.
No en su presencia
este interrogatorio:
quién a favor, quién en contra,
gracias, nadie.

Falta su cabeza
donde cabezas y más cabezas,
donde paso a paso, hombro con hombro
y adelante hasta alcanzar el objetivo
con propaganda en los bolsillos
y el producto del lúpulo.

Donde sólo al principio
todo idílico y angélico,
porque pronto un tumulto
con otro se mezcla
y nunca se sabrá
de quién, ay, de quién
son estas piedras y flores,
estos vivas y palos.

Ni mencionado.
Ni espectacular.
Está empleado en el Servicio de Limpieza.
Al despuntar el alba,
en el sitio donde tuvo lugar todo,
recoge, lleva, arroja al contenedor
lo clavado en árboles medio muertos,
lo aplastado en la fatigada hierba.

Pancartas rasgadas,
botellas quebradas,
peleles quemados,
huesos mordisqueados,
rosarios, silbatos y preservativos.

Una vez encontró en los arbustos una jaula de palomas.
Se la llevó
y para eso la tiene,
para que siga vacía.




Wislawa Szymborska, "Alguien a quien observo desde hace un tiempo" en
"Hasta aquí" - Bartleby Editores