Más que por la A de amor estoy por la A de asma, y me ahogo de tu no aire, ábreme alta mía única anclada ahí, no es bueno el avión de palo en el que yaces con vidrio y todo en esas tablas precipicias, adentro de las que ya no estás, tu esbeltez ya no está, tus grandes pies hermosos, tu espinazo de yegua de Faraón, y es tan difícil este resuello, tú me entiendes: asma es amor.
Me gusta decir. O mejor: me gusta palabrear. Las palabras son para mí cuerpos tangibles, sirenas visibles, sensualidades corpóreas. Quizá porque la sensualidad real no tiene para mí interés de ninguna especie -ni siquiera mental u onírica-, se me transmutó el deseo hacia aquello que en mí crea ritmos verbales, o los escucha de otros. Me estremece el oír hablar con propiedad. Tal página de Fialho, tal página de Chateaubriand, provoca un hormigueo en la vida de todas mis venas, me exaltan, trémulamente quieto, en un placer inalcanzable que sin embargo siento. Tal página, incluso de Vieira, en su fría perfección de ingeniería sintáctica, me hace temblar como una rama al viento, en un delirio pasivo de cosa movida.
....... Y así muchas veces, escribo sin querer pensar, en un devaneo externo, dejando que las palabras me hagan fiestas, criatura niña en la falda de ellas. Son frases sin sentido, que se suceden mórbidas, en un flujo de agua sentida, olvidadas del arrojo en el que las olas se pierden y se confunden, convirtiéndose siempre en otras, sucediéndose a sí mismas...
No lloro por nada que la vida brinde o deje de brindar. Hay sin embargo páginas de prosa que supieron hacerme llorar... lloré, hoy, recordándolo, aún lloro.
Fernando Pessoa como Bernardo Soares, "Libro del desasosiego", Emecé, 2010
...Pero nosotros, tía, ¿cómo haremos, cómo nos daremos cuenta de que hemos recaído si por la mañana estamos tan bien, tan café con leche, y no podemos medir hasta dónde hemos recaído en el sueño o en la ducha? Y si sospechamos lo recayente de nuestro estado, ¿cómo nos rehabilitaremos? Hay quienes recaen al llegar a la cima de una montaña, al terminar su obra maestra, al afeitarse sin un solo tajito; no toda recaída va de arriba a abajo, porque arriba y abajo no quieren decir gran cosa cuando ya no se sabe dónde se está. Probablemente Ícaro creía tocar el cielo cuando se hundió en el mar epónico, y Dios te libre de una zambullida tan mal preparada. Tía, como nos rehabilitaremos?
... No solamente ignoro eso sino que jamás he sabido en qué momento mi tía o yo recaemos. ¿Cómo rehabilitarnos, entonces, si a lo mejor no hemos recaído todavía y la rehabilitación nos encuentra ya rehabilitados? ...