sábado, 11 de junio de 2011

"lo esencial de mi vida: no ser nunca protagonista"

Me gusta decir. O mejor: me gusta palabrear. Las palabras son para mí cuerpos tangibles, sirenas visibles, sensualidades corpóreas. Quizá porque la sensualidad real no tiene para mí interés de ninguna especie -ni siquiera mental u onírica-, se me transmutó el deseo hacia aquello que en mí crea ritmos verbales, o los escucha de otros. Me estremece el oír hablar con propiedad. Tal página de Fialho, tal página de Chateaubriand, provoca un hormigueo en la vida de todas mis venas, me exaltan, trémulamente quieto, en un placer inalcanzable que sin embargo siento. Tal página, incluso de Vieira, en su fría perfección de ingeniería sintáctica, me hace temblar como una rama al viento, en un delirio pasivo de cosa movida.

....... Y así muchas veces, escribo sin querer pensar, en un devaneo externo, dejando que las palabras me hagan fiestas, criatura niña en la falda de ellas. Son frases sin sentido, que se suceden mórbidas, en un flujo de agua sentida, olvidadas del arrojo en el que las olas se pierden y se confunden, convirtiéndose siempre en otras, sucediéndose a sí mismas...

No lloro por nada que la vida brinde o deje de brindar. Hay sin embargo páginas de prosa que supieron hacerme llorar...  lloré, hoy, recordándolo, aún lloro.


Fernando Pessoa como Bernardo Soares, "Libro del desasosiego", Emecé, 2010