Cuando revisaba los baúles me hallé a mamá. Vuelta una muñequita; cara de porcelana, y el resto del físico en fina tela. La reconocí enseguida.
¡Al fin! te encontré, le dije. No sabía que eras acá. Por algo abrí esta caja.
Ella estaba muy viva, y nos saludamos, y ella respiró la historia de nuestras vidas, en un idioma muy suave y muy lúcido y que echaba por el suelo a los demás idiomas.
Marosa di Giorgio, "La flor de lis", El cuenco de plata, 2010
Papá
esta mañana voy a recordarlo todo,
y, por sobre todo,
la vid azul,
los blancos habares,
por donde transitabas,
escondido y deslumbrante como Dios.
Marosa di Giorgio, fragmento de "Clavel y Tenebrario"