jueves, 24 de febrero de 2011

voces para amar - Bukowski



el talento de la multitud

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cuidado con los predicadores
cuidado con los que saben
cuidado con aquellos que siempre están leyendo libros
cuidado con aquellos que detestan la pobreza
o están orgullosos de ella
cuidado con aquellos de alabanza rápida
pues necesitan que se les alabe a cambio
cuidado con aquellos que son rápidos para censurar
tienen miedo de lo que no conocen
cuidado con aquellos que necesitan constantes multitudes
porque no son nada solos
cuidado con el hombre corriente, con la mujer corriente,
cuidado con su amor, su amor es corriente
busca lo corriente

pero hay talento en su odio
hay suficiente talento en su odio para matarte
para matar a cualquiera
al no querer la soledad
al no entender la soledad
intentarán destruir cualquier cosa
que difiera de lo suyo
al no ser capaces de crear arte
no entenderán el arte
considerarán su fracaso como creadores
sólo un fracaso del mundo
al no ser capaces de amar plenamente
creerán que tu amor es incompleto
y entonces te odiarán
y su odio será perfecto

como un diamante que resplandece
como una navaja
como una montaña
como un tigre
como la cicuta

su mejor obra de arte


Charles Bukowski, fragmento de "The genius of the crowd", traducción Mónica Pía

miércoles, 16 de febrero de 2011

entre perro y lobo

Me clausuran en mí.
Me dividen en dos.
Me engendran cada día en la paciencia
y en un negro organismo que ruge como el mar.
Me recortan después con las tijeras de la pesadilla
y caigo en este mundo con media sangre vuelta a cada lado:
una cara labrada desde el fondo por los colmillos de la
furia a solas,
y otra que se disuelve entre la niebla de las grandes manadas.

No consigo saber quién es el amo aquí.
Cambio bajo mi piel de perro a lobo.
Yo decreto la peste y atravieso con mis flancos en llamas
las planicies del porvenir y del pasado;
yo me tiendo a roer los huesecitos de tantos sueños
muertos entre celestes pastizales.
Mi reino está en mi sombra y va conmigo dondequiera que vaya,
o se desploma en ruinas con las puertas abiertas a la
invasión del enemigo.

Cada noche desgarro a dentelladas todo lazo ceñido al corazón,
y cada amanecer me encuentra con mi jaula de obediencia en el lomo.
Si devoro a mi dios uso su rostro debajo de mi máscara,
y sin embargo sólo bebo en el abrevadero de los hombres
un aterciopelado veneno de piedad que raspa en las entrañas.
He labrado el torneo en las dos tramas de la tapicería:
he ganado mi cetro de bestia en la intemperie,
y he otorgado también jirones de mansedumbre por trofeo.
Pero ¿quién vence en mí?
¿Quién defiende de mi bastión solitario en el desierto, la sábana del sueño?
¿Y quién roe mis labios, despacito y a oscuras, desde mis propios dientes?


Olga Orozco,  "Obra poética", Corregidor, 1999

martes, 8 de febrero de 2011

hablando de otros

Soy dos, y entre ambos la distancia
- ¡hermanos siameses que no están pegados!

Fernando Pessoa como Bernardo Soares, "Libro del desasosiego", Emecé 2010


Sentirlo mucho


El que siempre me revisa el ser
es un otro, disperso,
extraño. Dicta su lección
en una calle por
donde nunca pasé. ¿Quién lo conoce?
Cena conmigo, ignora
su no estarme, su traducción
a movimientos que no se dejan ver.
Me fui hace mucho de él, dejó huellas
en un vuelo tendido
entre pasados y futuros con fiebre.
Vean mi puño, el rayo
que le sacude las mareas
de la muerte que no murió,
de la vida que no vivió.

Juan Gelman, "de atrásalante en su porfía", Seix Barral 2009

jueves, 3 de febrero de 2011

"yo, que tantos hombres he sido"

Borges y yo

Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVIII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir, para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mí podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con el infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro.

No sé cuál de los dos escribe esta página.


Jorge Luis Borges, "El hacedor", Emecé Editores, 1960