lunes, 24 de noviembre de 2014
revelación
Lo supe de repente:
hay otro.
Y desde entonces duermo solo a medias
y ya casi no como.
No es posible vivir
con ese rostro
que es el mío verdadero
y que aún no conozco.
Rosario Castellanos, http://amediavoz.com/castellanos.htm
viernes, 21 de noviembre de 2014
Sigmund Freud - Hilda Doolittle (1)
Era hermoso
el viejo
yo lo sabía sabio
y encontré verdades sin medida
en sus palabras,
su mandato
fue definitivo.
(¿Cómo entendía?)
Cuando viajé a Mileto
para alcanzar la sabiduría,
dejé todo atrás,
me apuré,
trabajé hasta tarde,amanecí temprano;
o usé vestimentas simples
o intrincadas
nada se perdía,
cada vestido significaba algo,
“cada gesto es sabio”,
él pensó;
“nada está perdido”
él dijo;
me fui tarde a la cama
o temprano,
atrapé el sueño
amanecí soñando
y escribimos filosofía en el contenido del sueño,
yo era el contenido.
…………………………………………………………
Oh, él era bello
aún cuando aplastaba las palabras
contra los dientes,
él dijo,
“pronto estaré muerto
debo aprender de los jóvenes”.
Su tiranía era absoluta,
por lo que tuve que amarlo,
tuve que reconocer que estaba
más allá de los otros hombres,
cerca de Dios
(era tan viejo)
tuve que rogarle
perdón,
él lo aceptó
con su vieja cabeza
tan sabia,
tan hermosa
con su boca tan joven
y sus ojos.
Oh Dios,
deja que para él haya sorpresas en el cielo,
porque nadie salvo tú puedes inventar
algo apropiado
para él,
tan hermoso.
………………………………………………………...
Tuve dos amores separados;
sólo Dios, quien ama las montañas,
sabía por qué
y entendió
y le dijo al viejo
que explique
lo imposible
lo cual él hizo.
¿Qué le habrá dado Dios al viejo,
que hizo esto posible?
………………………………………………………...
No,
no vacilé,
vi todo el milagro,
sabía que el viejo volvía esto soportable,
pero ¿cómo podía él ver, más allá,
lo imposible?
¿Cómo pudo saber
que cada gesto de esta bailarina
sería hierático?
Palabras fueron garabateadas en papiros
palabras fueron escritas cuidadosamente,
cada palabra fue separada
aún cada palabra dirigida a otra palabra,
y todo hizo ritmo
en el aire,
hasta ahora no adivinado,
ignorado.
Yo estaba enojada con el viejo,
quería una respuesta,
una pulcra respuesta,
cuando discutí y dije “bueno, dígame,
usted morirá pronto,
el secreto yacerá con usted”,
él dijo,
“eres poeta”;
No deseaba ser tratada como una niña, una débil,
entonces dije,
(estaba enojada)
“no puedes durar para siempre,
el fuego de la sabiduría se va contigo,
he viajado hasta Mileto,
no puedes permanecer mucho más con nosotros,
he venido por una respuesta”.
Estaba enojada con el viejo,
con su charla sobre la fuerza del hombre,
estaba enojada con su misterio, con sus misterios,
discutí hasta que el día terminó.
Oh, era tarde,
y Dios perdonará mi furia,
pero yo no podía aceptar.
Él perturbará el pensamiento de los hombres
aún por mucho tiempo,
ellos viajarán a lo ancho y a lo largo
discutirán todos sus trabajos escritos,
su pluma será sagrada
construirán un templo
y guardarán sus escritos,
y los hombres vendrán
y pelearán
pero él estará a salvo;
erigirán templos en su nombre,
su fama
será tan grande
que cualquiera que lo haya conocido
también será aclamado maestro,
profetizar,
interpretar.
Sólo yo,
yo escaparé.
Y fue él, él mismo, quien me liberó
de profetizar,
él no dijo
“quédate,
mi discípula”,
no dijo,
“escribe,
cada palabra que yo diga será sagrada”,
no dijo “enseña”
no dijo,
“cura
o pon el sello
a documentos en mi nombre”.
No,
él era bastante indiferente,
“no discutiremos eso”
(dijo)
“eres poeta”.
Entonces me alejé
algo cegada por esa clase terrible de lágrimas
que no caen;
dije adiós
y vi su vieja cabeza
cuando se daba vuelta
mientras abandonaba la habitación
dejándome sola
con sus viejos trofeos,
los mármoles, los vasos, la esfinge de piedra,
los viejos, viejos cántaros egipcios;
me dejó sola con esas cosas
y su vieja espalda estaba encorvada.
Hilda Doolittle, Fragmento de su poema "El Maestro", dedicado a Freud, Traducción Martha Pérez, El Sigma, 18/08/05
lunes, 17 de noviembre de 2014
atardece
es
la hora en la que el vivir duda.
una
línea en sesgo dibuja
sobre
la medianera
de
un edificio
la
frontera entre el día y su sombra
la
avidez y el abatimiento.
ni
más allá ni más acá: ni dios ni
yo,
sólo márgenes,
líneas
fatiga
de nombrar los afueras
de
cada nombre
cornisas
y umbral hacia lo que calla,
lo
que sólo el fracaso, a veces,
en algún atardecer,
escucha.
al
comienzo se busca
lo
alto, después, caída a caída,
se muere raíces.
Hugo
Mujica, “Atardece” en “Noche abierta”, Pre-textos Poesía, 1999
lunes, 10 de noviembre de 2014
"...por alguna herida que no ubico"
La
mirada, la mía, adherida a los chirridos de las cosas. Mundo de silencio. Yo
preciso inventarme en la noche, con palabras que tanto me cuestan. Y es siempre
la sed ávida, aviesa, triste, como llevar un color marchito en la mano, una
pluma desplumada. Me trago mi sed, me la bebo, la rumio con hastío invisible.
Cada noche mi mirada se rebela. Mis ojos se toman en serio, se recuerdan, se
comprometen: descartan los muelles y el río y los libros y las caras que
sucedieron bajo el sol de agosto. Se abren mis ojos. Me obligan a seguirlos por
altitudes de sombra y silencio y vientos y frío.
Pero para saberlo necesito escribir.
Sola no puedo enterarme de mí ni lo deseo. La complicidad de la palabra que mis
ojos enjaulan es una especie de campana de mi soledad. Cuando leo que dije
soledad o silencio me descubro al instante, en un rincón de la habitación
miedosa y perdida pero reencontrada de alguna manera. Aunque nada de esto tenga
que ver con la validez o deficiencia de lo que escribo, sé, de una manera
visionaria, que moriré de poesía. Esto no lo comprendo perfectamente, es vago,
es lejano, pero lo sé y lo aseguro. Tal vez ya sienta los síntomas iniciales:
dolor en donde se respira, sensación de estar perdiendo mucha sangre por alguna
herida que no ubico.
Alejandra
Pizarnik, fragmento del 11 de agosto de 1962 en “Diarios”, Lumen, 2010
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