martes, 31 de octubre de 2017

mirar por sobre el hombro, hermosamente, las cosas pasadas...


Y como orfebres minuciosos del amor, nos entregábamos a la gran tarea de cada noche: con nuestras manos, con nuestros ojos, con nuestras piernas, con nuestras palabras entrelazadas, con nuestros brazos, con el roce de nuestros pies bajo las sábanas trenzábamos la gran soga con que habrían de unirse el día que acababa y el día por venir…”

“Nos ocurría lo mismo. Podía intuirlo. Si bien nunca lo dijimos, nunca lo expresamos a viva voz, siempre supe que nos ocurría lo mismo a la hora de dormir. Y es por eso que trenzábamos la gran soga: teníamos miedo. Miedo de separarnos en los sueños. Miedo de perdernos en el altamar de esos sueños de la noche de cada uno. Miedo de no despertar juntos la mañana siguiente…”
…..


Temblé de ansiedad cuando la conocí, luego temblé junto a ella por placer. Ahora que ya no está, tiemblo de miedo permanentemente.”

…..


“Quizás debiera irme de una buena vez. Sin mirar a los costados, caminar decididamente hacia la puerta y salir. De una buena vez. Finalmente. Salir a la luz. Como quien sale a una vida, salir a la luz desde esta casa que fuera útero en su amamantar de abrazo curvo entre las paredes rectas y blancas…”

“… estoy de pie, al costado del lecho de muerte de todo aquello que fuera nuestra casa y que, ahora, es un conjunto de habitaciones vacías. Comienzo a cerrar ventanas y ventanales. A oscurecer el silencio. A silenciar la luz. El ritual del adiós. Miro cómo se extinguen los últimos fuegos. Observo cómo un viento imaginario, salido de mi memoria, esparce las cenizas de lo ido. Finalmente, cierro la puerta y salgo, temblando de miedo, a un desierto sin nombre y sin medida.”


…..

finalmente
me senté en las escalinatas que nunca subimos
y observé fijamente el cantero
con flores que nunca imaginamos
y recordé lo que nunca vivimos
y lloré desconsoladamente



Patricio Raffo, fragmentos de “El ritual del adiós”, Rosario, junio 2016





domingo, 15 de octubre de 2017

los pasos... lejanos



Mi padre duerme. Su semblante augusto
figura un apacible corazón;
está ahora tan dulce...;
si hay algo en él de amargo, seré yo.

Hay soledad en el hogar; se reza;
y no hay noticias de los hijos hoy.
Mi padre se despierta, ausculta
la huída a Egipto, el restañante adiós.
Está ahora tan cerca;
si hay algo en él de lejos, seré yo.

Y mi madre pasea allá en los huertos,
saboreando un sabor ya sin sabor.
Está ahora tan suave,
tan ala, tan salida, tan amor.

Hay soledad en el hogar sin bulla,
sin noticias, sin verde, sin niñez.
Y si hay algo quebrado en esta tarde,
y que baja y que cruje,
son dos viejos caminos blancos, curvos.
Por ellos va mi corazón a pie.


César Vallejo, "Los pasos lejanos"



Hoy no ha venido nadie a preguntar;

ni me han pedido en esta tarde nada.

No he visto ni una flor de cementerio

en tan alegre procesión de luces.
Perdóname, Señor: qué poco he muerto!

En esta tarde todos,  todos pasan

sin preguntarme ni pedirme nada…

Y no sé qué se olvidan y se queda

mal en mis manos, como cosa ajena.

He salido a la puerta,

y me da ganas de gritar a todos:
Si echan de menos algo, aquí se queda!

Porque en todas las tardes de esta vida,

yo no sé con qué puertas dan a un rostro,
y algo ajeno se toma el alma mía.

Hoy no ha venido nadie;

y hoy he muerto qué poco en esta tarde!




César Vallejo, "Ágape"