jueves, 19 de mayo de 2016

gozar en la escritura



“Con frecuencia, me he preguntado por qué me gusta escribir (a mano, se entiende), a tal punto que, en muchas ocasiones, el placer de tener frente a mi (cual banco de carpintero) una bella hoja de papel y una buena pluma compensa, a mis ojos, el esfuerzo a menudo ingrato del trabajo intelectual: mientras reflexiono en lo que he de escribir( eso es lo que ahora ocurre), siento como mi mano actúa, gira, liga, se zambulle, se levanta y, muchas veces, por el juego de las correcciones, tacha o hace estallar la línea y ensancha el espacio hasta al margen, construyendo así, a partir de trazos menudos y aparentemente funcionales (las letras), un espacio que sencillamente es el del arte: soy artista, no porque figuro un objeto, sino, más fundamentalmente, porque, en la escritura, mi cuerpo goza al trazar, al hender rítmicamente una superficie virgen (siendo lo virgen lo infinitamente posible).

Este placer debe de ser antiguo: se han encontrado en las paredes de ciertas cavernas prehistóricas, series de incisiones regularmente espaciadas… El deseo humano de hender (con el punzón, el cálamo, el estilete, la pluma) o de acariciar (con el pincel, el fieltro) ha atravesado sin duda muchos avatares que han ocultado el origen propiamente corporal de la escritura… Escribir no es solamente una actividad técnica, sino también una práctica corporal de goce.”





ROLAND BARTHÉS,  fragmento del prefacio “Escribir”  para el libro “La civilización de la escritura” de  Druet y Grégoire, 1976