miércoles, 3 de agosto de 2011

la llama que no cesa

 
El poema convoca al humo
para encender la lámpara.

Los fuegos apagados
son el mejor combustible
para los nuevos fuegos.

La llama sólo se enciende
con su pasado.




Interrumpir todos los discursos,
todos los esqueletos verbales,
e infiltrar en el corte
la llama que no cesa.

Empezar el discurso del incendio,
un incendio que inflame
estas rastreras chispas malolientes
que saltan porque sí,
al compás de los vientos.

Y entretanto sellar la incontinencia
del verbo del poder y sus secuelas.
La palabra del hombre no es un orden:
la palabra del hombre es el abismo.

El abismo,
que arde como un bosque:
un bosque que al arder se regenera.

 


Roberto Juarroz, 7 y 2 de "Duodécima Poesía Vertical", Ed. Carlos Lohlé, 1991