miércoles, 11 de agosto de 2010

otro Pablo Neruda

Un tal, su propia bestia

Fue el escritor con su propia bestia
sobre los hombros, siempre
creyó que eran sus alas.

Anduvo vagamente en redacciones
mostrando sus estériles
escritos, cursieróticos
versos: no
interesó, pero, cuando exhibiendo
sus credenciales, se le vio la bestia
montada sobre el hombro,
se los leyeron, y se destinó
a perpetuarse en la maledicencia.

Y le pagaron cada cuchillada.

Ya relució por fin
pero no fue firmando clara sombra,
constelación o pétalo o grandeza:
fue apresuradamente contratado
para morder, con gloria y regocijo,
y así se fue negando
a lo que fue
hasta que aquella bestia sobre el hombro,
antes inadvertida,
se convirtió en su rostro
borrando al hombre que la sostenía.




Pablo Neruda, "Las manos del día", Ed. Losada SA, Bs.As., 1968