jueves, 10 de agosto de 2017

lo que dice Pessoa (Bernardo Soares) de su "escribir"


Escribo como quien duerme y toda mi vida es un recibo que sigue sin firmar.

Para mí, escribir es despreciarme; pero no puedo dejar de escribir. Escribir es como la droga que me repugna y tomo, el vicio que desprecio y en el que vivo. Hay venenos necesarios, y los hay sutilísimos, compuestos de ingredientes del alma; hierbas recogidas en los rincones de las ruinas de los sueños, amapolas negras halladas junto a las sepulturas de los propósitos, largas hojas de árboles obscenos que agitan las ramas en las márgenes oídas de los ríos infernales del alma.
Sí, escribir es perderme…

Escribir es olvidar. La literatura es la manera más agradable de olvidar la vida.

Este libro es mi cobardía.

Escribo demorándome en las palabras, como ante vidrieras en las que nada veo… Escribo acunándome, como una madre loca a un hijo muerto.

Palabras ociosas, perdidas, metáforas sueltas, que una vaga angustia encadena a sombras… Vestigios de mejores horas, vividas no sé donde, en bulevares… Lámpara apagada cuyo oro brilla en lo oscuro por la memoria de la extinta luz… Palabras lanzadas, no al viento, sino al suelo, deslizándose desde los dedos sin fuerza, como hojas secas que en ellos hubiesen caído desde un árbol invisiblemente infinito…

Siendo niño ya escribía versos. Por aquel entonces escribía versos muy malos, pero me parecían perfectos. Nunca más volveré a tener el placer falso de producir obras perfectas. Lo que escribo hoy es mucho mejor. Es mejor, incluso, que lo que podrían escribir los mejores. Pero está infinitamente por debajo de aquello que yo, no sé por qué, siento que podía –o quizás que debía- escribir. Lloro sobre mis versos malos de la infancia como sobre un niño muerto, un hijo muerto, una última esperanza que se fue.

Si un hombre escribe bien sólo cuando está borracho le diré: emborráchate. Y si me dice que su hígado sufre por eso, le respondo: ¿qué es tu hígado? Es una cosa muerta que vive mientras tú vives, mientras que los poemas que se escriban vivirán sin mientras.

Me gusta decir. O mejor: me gusta palabrear. Las palabras son para mí cuerpos tangibles, sirenas visibles, sensualidades corpóreas. Quizá porque la sensualidad real no tiene para mí interés de ninguna especie -ni siquiera mental u onírica-, se me transmutó el deseo hacia aquello que en mí crea ritmos verbales, o los escucha de otros. Me estremece el oír hablar con propiedad.
...Y así muchas veces, escribo sin querer pensar, en un devaneo externo, dejando que las palabras me hagan fiestas, criatura niña en la falda de ellas. Son frases sin sentido, que se suceden mórbidas, en un flujo de agua sentida, olvidadas del arrojo en el que las olas se pierden y se confunden, convirtiéndose siempre en otras, sucediéndose a sí mismas...





Fernando Pessoa, como Bernardo Soares
fragmentos de "Libro del desasosiego", traducción Santiago Kovadloff, Emece