martes, 24 de agosto de 2010

"la lluvia no deja trazos, sólo pasa, desnudando" Hugo Mujica

Lluvia Regen Pioggia Pluie

Lluvia regen pioggia pluie
crea cúpulas vértigos confianzas
sencillamente cae sobre tus hombros
golpea en el paraguas que no puede
sentir que llueve en cuatro en ocho idiomas
se derrama quién sabe en qué mapa de sueños
con bombardeos llantos y sirenas
con recuerdos que empiezan a chorrear
con árboles que piden y no esconden
la mano o rama o pájaro o deseo
con el débil relámpago que nadie
con el trueno que se metió en su nido
llueve con voluntad igualadora
sencillamente cae sobre tus hombros
aquí y en otras tardes otras noches
con estos goterones o con otros
en inviernos en selvas en esquinas
en umbrales en huellas en abrazos
mojando estas caricias o esas muertes
sin escándalo llueve en las palabras
y hasta en el corazón llueve sin ruido
como plomo como alas como labios
llueve besando llueve como grito
en cuatro en seis en ocho en diez idiomas
en veinte o treinta desesperaciones
como cortina llueve o como cielo
sencillamente cae sobre tus hombros.

Mario Benedetti, "Contra los puentes levadizos", 1966


Llueve en silencio, que esta lluvia es muda...

Llueve en silencio, que esta lluvia es muda
y no hace ruido sino con sosiego.
El cielo duerme. Cuando el alma es viuda
de algo que ignora, el sentimiento es ciego.
Llueve. De mí (de este que soy) reniego...

Tan dulce es esta lluvia de escuchar
(no parece de nubes) que parece
que no es lluvia, mas sólo un susurrar
que a sí mismo se olvida cuando crece.
Llueve. Nada apetece...

No pasa el viento, cielo no hay que sienta.
Llueve lejana e indistintamente,
como una cosa cierta que nos mienta,
como un deseo grande que nos miente.
Llueve. Nada en mí siente...

Fernando Pessoa, versión de Ángel Crespo

viernes, 20 de agosto de 2010

amo res de sencuentro

Quizá la más querida

Me diste la intemperie,
la leve sombra de tu mano
pasando por mi cara.
Me diste el frío, la distancia,
el amargo café de medianoche
entre mesas vacías.

Siempre empezó a llover
en la mitad de la película,
la flor que te llevé tenía
una araña esperando entre los pétalos.

Creo que lo sabías
y que favoreciste la desgracia.
Siempre olvidé el paraguas
antes de ir a buscarte,
el restaurante estaba lleno
y voceaban la guerra en las esquinas.

Fue una letra de tango
para tu indiferente melodía.

Julio Cortázar, "Salvo el crepúsculo",  Alfaguara, Ed. definitiva 2009

miércoles, 11 de agosto de 2010

otro Pablo Neruda

Un tal, su propia bestia

Fue el escritor con su propia bestia
sobre los hombros, siempre
creyó que eran sus alas.

Anduvo vagamente en redacciones
mostrando sus estériles
escritos, cursieróticos
versos: no
interesó, pero, cuando exhibiendo
sus credenciales, se le vio la bestia
montada sobre el hombro,
se los leyeron, y se destinó
a perpetuarse en la maledicencia.

Y le pagaron cada cuchillada.

Ya relució por fin
pero no fue firmando clara sombra,
constelación o pétalo o grandeza:
fue apresuradamente contratado
para morder, con gloria y regocijo,
y así se fue negando
a lo que fue
hasta que aquella bestia sobre el hombro,
antes inadvertida,
se convirtió en su rostro
borrando al hombre que la sostenía.




Pablo Neruda, "Las manos del día", Ed. Losada SA, Bs.As., 1968